Cocina Tamaulipeca

En el principio está el verbo, con el verbo las palabras y en las palabras la receta y en la receta la acción de crear -cocina de por medio- materializando, por así decirlo, los sabores, los perfumes, los colores y las texturas de las substancias y esencias que viven en la tierra, en el agua y en el aire. Una muy particular transmutación generadora de sonidos y ruidos de toda índole que recuerdan desde el apacible gorgoreo de la corriente de un tranquilo arroyo hasta el grito agudo del aceite en la fritura.

Un "¡Hágase la luz!" en forma de recetas que, salidas de la boca, regresan a ella sometidas a la magia alquímica de ollas, hornillos o fogatas transformadas en manjares de toda clase; desde los más sencillos guisados salidos de las rústicas cocinas de campesinos o pescadores hasta los más refinados platillos servidos en famosos restaurantes internacionales.

La riqueza tamaulipeca se refleja en su cocina, desde los platillos de la faja central árida, a los de la norteña región fronteriza, pasando por la costa del Golfo y desembocando en el huasteco río Pánuco, uno no tiene más que gozar, dar rienda suelta al gusto y a la convivencia con los paisanos.

Al llegar a Tamaulipas hay que pedir y presumir el Guayín, las Chochas de Sotol o la Flor de Pita con Huevo que se sirve en el desayuno; si se llega pasado el medio día, de entrada se pide Empanadas de Nopal, se sigue con Asado de Puerco, Mole de Papas con Camarón o Cabrito en su Sangre; y de plano en la noche también da lugar a las debilidades del paladar para saborear Tamalitos Revueltos o un Trozo de Cecina.

Postres y bebidas también tienen su lugar en la mesa. Mermelada de Nopal, Mezquitamal, Pemoles estilo Canoas, Pipitorias, Adepitas, Champurrado de Maíz de Teja, Miel Seba, Mezcal de San Carlos, Agua de Huapilla, en fin, lo dulce y los liquídos que no deben faltar en las buenas comidas.

Fuente: México lindo y querido


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