Las Calendas de Oaxaca, Oaxaca

Las Calendas son parte fundamental de las festividades en Oaxaca. La fiesta, es un despliegue de fuerza espiritual desde ya hace varios milenios en nuestro territorio; es un singular acontecimiento que potencia la alegría, renueva y fortalece vínculos familiares, comunitarios y personales; es un desgarre, como dice Octavio Paz en el Laberinto de la Soledad, de estruendo y derroche; tiempo apropiado para celebrar lo bueno y rogar porque no regrese lo malo, mejor aún, olvidarlo por un momento; es un entendido entre habitantes que comparten una misma creencia, una misma religión y devoción. La fiesta es, y ha sido, para muchos oaxaqueños el tiempo de echar la casa por la ventana; el tiempo de abrirse a uno mismo y a nuestros semejantes; de disfrutar después de mucho tiempo de arduo trabajo; de dejar a un lado el hermetismo y romper la rutina; de mostrar al Santo Patrono lo importante que es en la comunidad; y hasta el tiempo de pedir algún favor a través de una manda.

Hace más de tres mil años, nuestros ancestros festejaban a calendario repleto; se tenían 18 meses de 20 días y, al menos, cuatro fiestas al mes. Ya fuesen fiestas grandes o pequeñas, magníficas o austeras, la fiesta como elemento unificador, ha estado siempre presente.

Oaxaca no es la excepción; es un deleite para los sentidos el marchar en la procesión de una Calenda oaxaqueña, siendo éstas una tradición fuertemente arraigada en suelos oaxaqueños.

La Calenda marca el inicio de las fiestas patronales en los Valles Centrales. Es el anuncio a los cuatro vientos y, a la vez, una invitación abierta para unirse a la fiesta. Se ve a amigos y vecinos desfilando entre coloridos trajes, marmotas y chinas oaxaqueñas.

La Calenda es liderada por los sonidos ancestrales del tambor y la chirimía, que nos recuerdan el origen espiritual de la fiesta. La chirimía lanza acordes de viento al aire y el tambor retumba melódicamente al compás del sonido dulce de su compañera. Después, el estruendo de los cuetes y cohetones lanzados por expertos coheteros que anuncian la cercanía de la procesión; cabe decir que los cuetes son lanzados a mano por el encargado que, con cigarro en mano, lanza estos cuetes silbadores que dibujan una estela en el aire hasta el tronido característico que es imposible de ignorar. Los cohetones, más grandes, son lanzados desde una base que permite cierto tiempo de mecha para protegerse, ya que son muy potentes. Aunque suene peligroso, los cuetes y cohetones le dan vida a estas Calendas y sería inconcebible una Calenda sin sus estruendos etéreos. Son hechos de carrizo en muchos talleres de la localidad.

Un aspecto, de los más alegres de la Calenda, es el de los gigantes o Marmotas, nacidas del imaginario colectivo; sus movimientos, muchas veces cómicos, ya que mueven su torso en violentas vueltas seguido del movimiento de sus inermes brazos, llama la atención de propios y extraños. Estos gigantes o Marmotas son hechas de estructura carrizo, se visten con ropa holgada, y la cabeza se elabora mayormente con papel mache. Su baile, vertiginoso en las vueltas, donde casi pierden la verticalidad y sus brazos siguen la inercia del movimiento, va siempre acompañado por los acordes de una banda de viento.

Justo después de las Marmotas viene la banda de viento lanzando sus retumbes y melódicos acordes bajo el cielo oaxaqueño. La banda de viento fue heredada de la tradición francesa y se dice que Oaxaca adoptó esta bella agrupación musical ya que existen alrededor de cinco mil bandas de aliento en el estado. La banda tocará durante toda la Calenda, llueva o truene, eso no importa, la música es otro aspecto que sella estas procesiones.

Detrás de la banda de aliento, el Santo Patrono continúa el cortejo. En el Istmo de Tehuantepec si se lleva un estandarte se le denomina “Vela”.
Las hermosas mujeres no podrían faltar; las Chinas oaxaqueñas adornan la comitiva con sus canastas ornamentadas con bellas flores naturales sobre sus cabezas. Estas Chinas oaxaqueñas son invitadas por la “Madrina Principal”, que a su vez fue seleccionada por el mayordomo de la fiesta. La madrina invita a amigas para que se unan a la fiesta y su rol es el de bailar y embellecer el acto con sus hermosos arreglos florales cargados sobre sus testas. Estas canastas son pesadas y costosas; la fiesta requiere de ése derroche, de tiempo y dinero. Unas valientes Chinas llevan cuetes en sus canastas, y digo valientes porque aunque el riesgo es inminente eso le da más color a la fiesta.

La casa de la Madrina Principal es el punto de reunión para la Calenda; se ofrece mezcal, rompope, refrescos y galletas mientras se van congregando poco a poco las canastas. La música se hace presente desde el génesis de la procesión. Cuando se arma la comitiva se parte hacia las casas de los mayordomos, quienes aportan grandes cantidades de dinero para la ejecución de la fiesta, y el baile se hace presente; ahí se baila un son para después partir al templo a ejecutar bailes en el atrio. Las comunidades cuentan con puntos tradicionales hacia donde se dirigen las Calendas, muchas veces casas de ex- mayordomos, cruces, templos de barrios o capillas. En estos puntos se ofrece comida y bebida para todos los participantes.

La Calenda termina en el templo de pueblo. Ahí, las Chinas dejarán sus ofrendas de flores al Santo Patrón o a la Virgen a la que esté dedicada dicha iglesia o templo. Una de las partes más divertidas es la quema del castillo de juegos pirotécnicos, en especial cuando se quema el “Torito”; cuando el torito corre, violento y zigzagueante, entre la gente, lanzando fuego cual dragón oriental, los presentes lo “torean” al mismo tiempo que esquivan “buscapiés” encendidos y que dibujan, con la velocidad, formas retorcidas en el aire. Cualquiera puede torear o incluso correr con el torito en hombros mientras duran los cuetes con los que está cargado. El aire se torna de humo de pólvora entre risas nerviosas y el ajetreo de los presentes.
La tradición de las Calendas une a las comunidades; es un esfuerzo físico, económico, de tiempo y esfuerzo pero, al mismo tiempo de apoyo, de solidaridad, de fraternidad, de participación y amistad.

El fin de la Calenda es en la casa del mayordomo, lugar donde se ofrece una cena, acompañada de música, mucha cerveza y mezcal para todos los asistentes.

Esta es otra hermosa tradición arraigada en Oaxaca; una procesión que conlleva muchos aspectos organizados por devotos que, con gran fe, celebran a su pueblo, a su Santo, a sus amigos, familiares y hasta a sus enemigos que dejan de serlo después de un buen mezcal y una buena pieza para bailar.

Fuente: Exploring Oaxaca

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