El zapote colorado



Por Alejandra Salazar

Hasta ahora, de acuerdo a los testimonios históricos -tanto precortesinos como los de la Colonia-, el mamey es reconocido como uno de los productos que México le regaló al mundo [1].

Es una fruta tropical que se cultiva en los estados de Veracruz, Tabasco y Chiapas; conocido en gran parte del país como zapote colorado -del náhuatl "tetzonzapotl"- haciendo alusión al color y a la textura de su cáscara y el más utilizado principalmente en el centro de México (llamado también “bolom” en huasteco, “guela gue” en zapoteco, “jaas” y “chacalhaaz” en maya, “cáac” en mixe, “taquisapane” en zoque, por mencionar algunos).

Se dice que las doncellas indígenas mexicanas utilizaban un tónico elaborado a base de aceite de cacao y un hueso de mamey machacado que untaban en su cabello para mantenerlo siempre brillante, dócil, negro, sedoso y sin caspa. Ellas mismas también preparaban un “dulce de mamey envinado”, mezclando en el molcajete tres jarros de pulpa de mamey con un jarro de pulque blanco, agregando un poco de miel de maguey después de la mezcla.

En la medicina popular, se reconocen las propiedades curativas de la resina que produce su árbol, así como de la corteza del hueso de mamey que se pone a cocer para combatir las afecciones del corazón, los riñones y la vejiga. Las semillas -llamadas “zapoyol”-, se emplean molidas y tostadas para pintar el pelo canoso.

Su sabor es delicioso, dulce y muy agradable al paladar, por ello el mamey se puede disfrutar “a cucharadas” o en una gran variedad de postres que se pueden preparar con éste fruto tropical, desde el más sofisticado -como un espumoso mousse o un exótico helado-, hasta el más sencillo licuado con leche y un toque de vainilla.

Fuente: 
-Cruces Carvajal, Rubén. “Lo que México aportó al mundo”. Ed. Cuarzo; México, 2006.

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*Imagen tomada de la red.

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